domingo, 10 de octubre de 2010

El derecho a la amargura

Quizá no recuerden el éxito editorial que fue el libro de Luis Carlos Restrepo "El derecho a la Ternura", antes de ser comisionado de paz. De ahí salió el sobrenombre de "ternurita", para los que no lo sabían.

Pues yo en esta entrada quiero reivindicar el derecho a fracasar, y luego a la amargura.


¿De dónde salió esa moda que cualquier cosa que haga un niño es un éxito?

Llega de séptimo entre 7 participantes y los padres dicen: Lo importante es que participaste, y que eres mi campeón. ¿No creen que el niño se da cuenta que fue el de más pobre desempeño?

También está la moda de los torneos en que no se hace escalafón, porque lo importante es que todos se esfuerzan y participan. Seguramente todos se sienten triunfadores, y el equipo que no ganó ninguna competencia no sabe que perdió estrepitosamente y se siente ganador.
Hacen cualquier monería, y toma tu mensaje por FB, Twitter y cuanto medio tienen a su disposición para anunciarle al planeta que su inigualable retoño hizo un mazacote en plastilina igualito al pedazo de mute donde apareció la imagen de Jesús, y es el próximo Miguel Ángel.

No soy psicólogo ni padre de familia, pero dudo que esta moda genere bienestar. El amor de padre no te obliga a maquillarle siempre la realidad pues es contraproducente. Quiero que hagan el ejercicio de imaginarse la siguiente situación:

Niño 1. Criado con el sistema de alabarle el mínimo esfuerzo. Siempre serás el mejor si te enfrentas a ti mismo (obviamente porque la única opción es ocupar el único lugar que hay)
Niño 2. Criado con el viejo sistema de triunfos y derrotas. ¿Llegaste de tercero entre 7? No eres el mejor, pero tampoco el peor. ¿Ganaste? Felicidades, fuiste el mejor. ¿Perdiste? Mira a ver cómo mejoras, haz otra cosa o aguántate, la cagaste.

Situación: El niño ya adulto en su primer empleo le hace perder a la empresa 100 millones de pesos.

¿Qué crees que diría el jefe? (palabras mas palabras menos)

OPCIÓN A. No importa, eres un ganador porque diste lo mejor de tí. Estoy orgulloso, y si la empresa fuera unipersonal, serías el mejor empleado de todos.
OPCIÓN B. Grandísimo imbécil! Por poco quiebra la empresa! Lárgate animal, que juro que si sigo viendo esa cara de idiota no respondo (un tipo bastante civilizado).

Seguramente el que era el niño 1 entrará en shock o depresión al darse cuenta que no es un ganador como le han venido haciendo creer toda su vida al enfrentarse a la vida en todo su esplendor (o quizá crea que la falta fue del jefe que no sabe reconocer el ganador que hay en él). El que era el niño 2 seguramente reconocerá que se merece el despido por cometer una brutalidad, pero se repondrá rápidamente al saber que en unas se gana y otras se pierde.

Perder no es malo. Fracasar no es malo. Cometiendo errores se aprende, y reflexionando sobre esa derrota se puede mejorar. Lo nocivo es no saber reponerse para volver a enfrentarse a la vida con todos sus matices. No por decirle a su hijo las 24 horas que es el mejor, lo va a ser. Debe es ayudarle a generar un sentido de auto crítica, no de evasión de la realidad.

En el colegio solo tuve buenas notas en los primeros 3 años de primaria si mal no recuerdo (de pronto menos), y  después de haber perdido décimo. De resto me peleaba los últimos lugares académicos. Y una de las cosas que más me impactó, fue cuando un estudiante que solía ocupar el primer lugar por varios años consecutivos, quedó en segundo lugar y se puso a llorar desconsoladamente. Creo que ya rondábamos los 15 años.

¿Por qué lloraba el segundo y no el trigésimo tercero entre 33? No lo sé, pero me aterra que alguien se pueda derrumbar por una situación que considero banal y que de todos modos sigue siendo bastante buena.
No digo que ahora yo sea el ejemplo a seguir, ni que tienen que decirle a sus hijos que son unos fracasados buenos para nada para que sean seres plenos. Solo sean honestos y no tengan miedo a que su hijo sufra derrotas, porque eso le ayudará a enfrentar mejor los retos que se le atraviesen en su vida.


Realmente no es que quiera vivir amargado, ni que exija el derecho a que me dejen amargarme. Quiero es que nos dejen existir sin sumergirnos en ese culto a la felicidad en el que pretenden adoctrinarnos como una nueva religión. Del trabajo te llevan a team buildings y debes aguantarte las actividades que al consultor de turno se le ocurran, y si no las disfrutas, de pronto pierdas el trabajo por no tener el espíritu que busca la empresa. El mismo The Economist escribió sobre este tema recientemente, el cual compartí en FB y esbozo muy superficialmente.

¿Por qué motivo si no comparto esas actividades debo ser complaciente con todos y sonreir forzadamente? Ya se que me van a decir que la idea no es que sea forzado sino natural. Como los pobres cajeros de McDonalds que si no sonreían tu pedido salía gratis (pero se lo cobraban al empleado).

Estoy convencido que hay un gran error conceptual en la tal felicidad a la que nos quieren llevar.

Yo ya no compro esas sonrisas eternas y vidas perfectas de los autores de libros de autoayuda, o supuestos secretos milenarios súbitamente expuestos. Pasé por ahí a finales de los 90 en el relajo milenarista y tengo serias objeciones con varios de esos autores y algunos planteamientos milagrosos y supuestamente místicos. De pronto sean plenos realmente y bien por ellos, pero así como no confío en las personas que no sonríen mostrando los dientes en las fotos, tampoco confío en los que andan con esa sonrisa de maniquí a toda hora. Imagínenselos durmiendo, o peor aún, en medio de una relación sexual. Espeluznante.


Me han dicho que tengo una sonrisa atractiva. Y aunque poco sonrío, creo que su encanto radica en que es sincera cuando aparece, fluye naturalmente y es espontánea. No es una sonrisa quirúrgica, prostituida y devaluada.

Mi concepto de felicidad está mas ligado al de bienestar como lo expone buena parte de este video (pueden poner subtítulos en español si lo desean).


Es loable y les agradezco que nos quieran ver más felices, pero si lo van a hacer, se necesita más que tener un convencido espíritu de recreacionista, una doctrina de sonrisas forzadas o un lugar de trabajo con aires circenses.

Tristemente sé que no lo van a hacer, pues llevar a cabo una eficaz orientación del individuo hacia su bienestar suele ir en contra de los intereses de la empresa, del mercado y de los que decidieron venderle a incautos su falso camino a la felicidad para llenarse los bolsillos, pero espero que algunos de los que hayan leído esta entrada y visto el vídeo tengan nuevas herramientas para librarse de esta mala comedia.

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