miércoles, 23 de marzo de 2011

Reflexiones sobre viajes largos I

Hay intentos desesperados por parte de los que hemos viajado en clase turista con cierta regularidad, tratando de hacer menos traumática la experiencia. Mi último experimento fue hacer uso de las diversas alternativas de menú que ofrecen algunas aerolíneas.

Mi elección: Kosher. Pensé que por tener que estar supervisada por un rabino, debería haber alguna mejora por leve que fuera en la calidad de la comida. Como casi todo en la vida tuvo sus pros y sus contras, y momentos kodak como la cara del ”aeromozo” al corroborar que yo era el que había solicitado tal menú. Llegue a armarme el discurso mental de decirle que era adoptado por una familia judía si ponía problemas con mi solicitud y la incredulidad de mi judaísmo, lo cual afortunadamente no fue necesario.

Punto a favor: Me sirvieron primero que a mis compañeros de sección en el avión. Por lo tanto no se hace eterna la espera del carrito que reparte lavasa de diversos sabores y despierta la curiosidad de sus compañeros de suplicio.

Punto a favor: El recipiente de aluminio llega muy caliente, quizá por ser de los primeros en ser servidos, quizá porque viene envuelto en una bolsita que certifica que la comida en su interior es Kosher y esta certificada por el rabinato de Antwerp en Bélgica. Reviso la información sobre el contenido, y me preparo para probar el pavo, con arroz y verduras que dice contener.

Aparte del plato descrito, viene un vasito con agua, una jalea de fresa, lo que asumo era una tortica de chocolate kosher y unas galletas soda. Mas comida que en el servicio tradicional.

Quito el envoltorio, me quemo los dedos destapando la comida, me quemo la lengua probando la comida, y realizo un viaje relámpago al pasado cuando prestaba el servicio militar. La comida sabe igual que la ración de campaña, con la diferencia que esta viene caliente, y no se vencía dentro de 10 años, sino solo a mediados de 2012, poco menos de año y medio después (aunque ahora que lo pienso no revisé la fecha de elaboración, de pronto era más vieja que la ración de campaña). El arroz era un amasijo, el cual con habilidad culinaria transforme en un pasable risotto al echarle un poco del vino blanco que había solicitado para acompañar mi comida. Mejoraron el arroz y el vino, un destello de genialidad.

El vasito con agua me tenía nervioso, pues no sabía si con él debía cumplir algún ritual, y aún no lo sé. Si algún judío me lee, le agradezco me saque de la duda. Me quité la ansiedad tomándomelo de un solo jalón en uno de los quemones con la comida.

La jalea de fresa parecía un engrudo y creía que era el postre, pero en la segunda comida llegué a la conclusión que pretendía ser la fruta. La tortica desabrida. Las galletas las guardé y aún siguen intactas.

Para el desayuno, el mismo paquetico pero con unas albóndigas vegetarianas, en compañía de otra ensalada caliente, jugo de naranja (de la misma marca de la jalea, por lo cual asumo que la jalea era el intento de fruta), una galleta rellena de postre y las galletas soda nuevamente.

Totalmente desanimado, me comí casi todo, con excepción de las galletas soda, las cuales me comí durante mi espera de 8 horas en el aeropuerto de Madrid. Creo que eran de lo mejor que venía en el menú Kosher, el cual no pienso volver a repetir. Pienso ensayar el menú vegetariano de regreso.


Aprovecho a hacer un paréntesis. A mi casa a veces llegan con tamales, almojábanas, queso, etc., de las monjitas. No se de cuales monjitas, pero de las monjitas de turno en la iglesia a la que vayan a misa mi mamá y mi tía, y siempre vienen con el consabido: “debe ser bueno si es preparado por las monjitas”. No se qué las lleva a creer esta premisa. Desde mi punto de vista, me daría mas desconfianza que mi comida la preparara alguien que se supone en uso de sus facultades mentales decidió hacerse monja. Y efectivamente no suelen ser los productos mejores que el promedio. Las monjitas hicieron el curso de manipulación de alimentos que exigen para montar un restaurante o vender comida al público en un establecimiento tradicional? Alguien les dice que deben lavarse las manos, no llevar anillos, saben de los riesgos de la contaminación cruzada…? Cierro el paréntesis.


Ahora si les comparto unos consejos y observaciones para hacer menos tortuoso el vuelo que me han funcionado:

- De hombre, prefiero usar bóxers sueltos y pantalones de dril tanto si voy a viajar largo tiempo por carretera o en avión. Me parece más cómodo no tener que preocuparme por estar acomodándome las joyas familiares por un repentino ahorcamiento involuntario.

- El apoya cabezas de la silla de avión permite doblar sus esquinas para que quede cual silla de bus intermunicipal. Así que no hay que preocuparse por cabecear, babearle el hombro al vecino o desnucarse súbitamente. Esto que quizá es obvio para muchos, lo vine a saber solo antes de este viaje, y colaboró mucho.

- En los viajes largos los pies suelen hincharse (tanto en bus como en avión). Pero es muy cómodo quitarse los zapatos durante el trayecto, entonces mi sugerencia es llevar zapatos de amarrar, los cuales pueden aflojarse en caso de ser necesario para que el pie pueda entrar nuevamente en el zapato. Otra es llevar zapatos que le queden grandes, lo cual no he hecho. Otra según un amigo, es llevar un par de sandalias en el equipaje de mano, pero yo no me veo bajándome de un avión en sandalias (una vez lo hice por otros motivos que no vienen al caso, y espero no tener que repetirlo).

- No uso el antifaz para dormir y el inflable para ponerse alrededor del cuello lo utilicé ya 2 veces y no me gustó mucho. Mejoró algo la segunda vez que lo traté de usar al no inflarlo del todo, pero igual no termina de convencerme. En el viaje en bus usaba una toalla enrollada y me parecía que cumplía mejor su función, pero en aviones no he recordado oportunamente la estrategia de la toalla enrollada a ver cómo me va. También hay que acordarse de sacar la bolsita que contiene el inflable y el antifaz del equipaje de mano y usualmente se me olvida.

- También recomiendo viajar con sus propios audífonos. En este viaje me preparé con mis audífonos en el bolsillo, con tan mala suerte que me tocó una aerochiva sin pantalla individual y la verdad las emisoras del avión nunca me han gustado, así que no pude disfrutar de mi primer viaje con buenos audífonos para disfrutar de las películas durante el vuelo, pero estoy confiado que mejorará mi experiencia tan pronto pueda hacer buen uso de ellos.

- Un esfero siempre es útil, bien sea para llenar un crucigrama o un sudoku de las revistas y periódicos del avión, así como llenar los formularios de migración de otros países.

- En el equipaje de mano siempre llevar unas dos mudas en caso que se le pierda o demore la maleta (nunca me ha pasado), pero si me ha sido útil si estoy solo de paso por una ciudad, y prefiero dejar la maleta grande en la consigna, y salir a recorrer la ciudad solo con una liviana maleta de mano o morral.

- Nunca compre ningún electrónico en el duty free. Si le sale dañado… cómo piensa reclamar después? Haciendo otro viaje internacional? Ya me pasó y por eso no lo vuelvo a hacer por tercera vez.

- Si viaja a otro continente, no olvide un adaptador universal. Tengo un cepillo de dientes eléctrico, y si hay algo peor que cepillarse con un cepillo de dientes viejo, es lo ridículo y maluco que es cepillarse con un cepillo eléctrico sin batería a la antigua.

Por el momento esto es lo que se me viene en mente que puede ser más útil. Espero les sean de utilidad estos consejos, y si necesitan de otros no duden en preguntar, porque presiento va a tomar tiempo antes que me lleve una agradable sorpresa consiguiendo buena comida en el avión solo por cambiar de menú.